A veces, uno cree que todo lo ha olvidado, que
el óxido y el polvo de los años han destruido
ya completamente lo que, a su voracidad, un
día confiamos. Pero basta un sonido, un olor,
un tacto repentino e inesperado, para que, de
repente, el aluvión del tiempo caiga sin
compasión sobre nosotros y la memoria se
ilumine con el brillo y la rabia de un
relámpago.